jueves, 13 de enero de 2011

La pobreza, la injusticia, el dolor… Perdón.


Hoy es el día de la pobreza, dejaremos dormir los eventos culturales, la poesía rosa y el silencio descansando en una esquina del mundo. Ahora, quiero pedir perdón.

Perdón…

Me hundo en el violento dolor que están viviendo algunos hermanos. Sin dejar de ser feliz, porque no puedo evitar serlo con ciertos estados que logro alcanzar con la simpleza del reloj, me uno su dolor y pido perdón.

Pido perdón por los que están sin trabajo, los van perdiendo la esperanza, por aquellos hermanos que he conocido a través de este medio y quiero mucho y por aquellos q se deslizan por la vida “real”.

Por aquellos seres humanos que no la están pasando bien, me sumo a su tristeza, a esa angustia que te deja la boca amarga y las manos con yagas.
Me duelen las muñecas por las amarras de indolencias que las sostienen, me duele la mandíbula de tanto apretar las palabras que debiera gritar, los ojos por las lagrimas que retienen desde hace décadas, por los que caen lentamente en la desesperación hasta fundirse en el punto en que se apaga la luz.
Mis hermanos Argentinos, aquellos que están siendo exprimidos y ya se les acaba el ácido que alimenta a los gobiernos hambrientos de riqueza, a mis hermanos mexicanos, los que sufren el peso de la injusticia y del hambre. La falta de trabajo, del abuso de las clases.
Estoy comenzando a sentir nauseas por moverme a través de jardines ciegos, por lavarme las manos con agua bendita que brota de la parte perfumada de la tierra, cuando hay tanta putrefacta que tendría que colar con mi pelo. Almidonar con las yems de mi dedos, los colchones de los cientos de niños que duermen en las calles con frío y vestidos de vejamen.

Me duelen los ojos, sí, ¡que diablos! me duelen por mirar tanta basura que se vende en los carteles de mi país “vote por”, “Le prometo que…”, “es por La Vocación de servicio”, “por el bien de mi país” ¡basura!. He de levantarme a través de la palabra, de la sonrisa, de cada uno de mis actos solidarios. He de levantarme y gritar ¡basta! a través de mi pensamiento, èl es creador. He de blandir la bandera de la acción mental, de aquella que sin violencia ni acto perverso se revela. He de levantarme más temprano a lavar mis pecados y limpiar mi cuerpo, para que viva cien años más.

He de alimentarme con verduras y bellotas silvestre para no sentir vergüenza por tanto que he comido, mientras millones mueren de hambre. He de hacerme poderosa a través de la voluntad. Formar ejércitos para hacer trincheras contra las cárceles que encierran la mente de los que tienen el poder. He, con la mano más limpia, de lavar sus rostros para que puedan ver, ¡¡ver!! . He, a través de mis actos, de enseñar sin palabras, a través de mi beso, abrir nuevas puertas, a través de mi risa destapar los silencios que ensordecen sus días.

Que despierten los ricos y pobres, los tontos poderosos, los tontos infatigables, los vanidosos, los empresarios y los sirvientes, los escritores bohemios de barrios podridos, los que se creen pequeños Dioses, los ambiciosos, los buenos. Las mujeres que amamantan con sus pensamientos a nuestro futuro, a los niños felices, los con hambre, mi pueblo que es la humanidad toda, que se desangra (y no es consciente de ese terrible acto) a través de las cadenas, las de oro y de plomo. He de despertar mañana y mirar por una ventana a un país de 7000 millones de habitantes que mientras vive, sueña que es feliz y no sabe que mientras sueña, va muriendo lentamente a la esperanza.

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